Las puertas del interior las veía demasiado claras, pero quería
respetar la veta de la madera en lo posible. Así que las sometí a un proceso de
teñido en cuatro fases. Aplicando sucesivamente aceite de linaza, tinte de
teca, barniz satinado al agua y cera incolora solida.
En el exterior no resaltaban apenas y añadí pintura color
mantequilla de la americana.
Una vez aplicado la pasta en las paredes de los tabiques
interiores, ya se podía colocar el tabique de la planta superior. En la inferior
se retrasaría ya que primero había que colocar la escalera en L.
Comprobar el sentido del giro de la puerta antes de ponerla,
es una buena idea. Aprendí tarde que se puede cambiar la dirección de la puerta
fácilmente. Hubiera preferido que girara hacia el lado derecho. Forma parte de
las pequeñas decisiones de las que más adelante te arrepientes y harías de otra
forma. Afortunadamente no hay demasiadas (Al menos de momento, en esta casa)
El método de calcular donde iría colocado el tabique fue muy
experimental, ya tenía una cama de un coleccionable y le añadí una cómoda y una
mesilla de noche, calculando la distancia para poder abrir la puerta sin chocar con la cama, fue un rato muy divertido
hasta que logré encajar todas las piezas en el dormitorio.
Entre el piso de la puerta y el suelo quedaba un espacio de
cuatro milímetros. Y de ninguna manera iba a permitir que mis habitantes
(pobres) tuvieran un escaloncito, del equivalente de casi cinco centímetros, se
iban a dejar los tobillos…. Colocar una base de cartón pluma de tres milímetros
y pegar sobre ella tiras de seis por un centímetro de madera de balsa de un milímetro
de espesor resultó una idea genial.
Así, tablita a tablita forme los cuatro suelos que
necesitaba. El dormitorio, la cocina, el hueco de la escalera y la tienda. Y había
que teñirlos también para igualar con el resto de las piezas de madera. Cuatro
capas como os recuerdo.
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